memento


Ignacio vino igual como la otra vez a tocar la puerta. Saludó diciendo Vecina! cómo estás? Igualito como la otra vez. Me preguntó por el sacacorchos, quería que se lo prestara de nuevo. Le dije que sí, como la otra vez. Lo dejé esperando en la puerta. La puerta la dejé bien abierta. Se veía el librero de libros que me hizo mi papá, los libros que ocupan el librero, los espacios vacíos que dejaron los libros que tuve que devolver, y la repisa "antisísmica" que yo inventé hecha con ladrillos parados y pedazos de trupan, cubierta de obras sin enmarcar y libros hechos de cartón. Las sábanas cubrían los otros muebles, la mesa, los libros, el polvo a su vez cubría las sábanas y sospecho que algo más había sobre el polvo, que no alcancé a adivinar. Abrí el cajón y saqué el sacacorchos. Caminé sobre el polvo que cubría el piso y la alfombra, caminé sobre las pisadas que cubrían el polvo del piso y la alfombra y el material sólido del cual está hecha mi casa -según lo indicado en el censo-.
Ignacio tenía el vino en la mano, y le dije que si quería me lo devolvía mañana (el sacacorchos), pero no sabía a qué hr yo estaría y él estaría, para volver todo a la normalidad, así que decidió abrirlo (el vino) en mi puerta. Pensé, le dije, que venías a decirme que no tenías con quien compartirlo. Se río. Pensé que ya te habías ido de acá, porque no te veía hace tiempo, le dije. No me he ido, pero me iré para siempre en Noviembre. Oh, y dónde te vas? A Dinamarca. Guau, respondí. Estúpida y sensualmente me volvió a preguntar mi nombre, como la otra vez. Elizabeth, le dije. Luego le pregunté si acaso tenía libros cartoneros para acompañar ese vino, me dijo Que? Tomé un libro de la repisa antisísmica y se lo regalé. Toma, para que [el vino] lo acompañes con poesía. Le hice un breve resumen del libro y su autora. Me agradeció, como la otra vez. Busca nuestra página en facebook. Me preguntó si acaso salía mi nombre en el libro. Sí, le respondí abriendo la página legal, ahí, en los créditos. Elizabeth Cárdenas. Sonrió. Hizo el mismo gesto de la otra vez, ese gesto de Qué bacán tener vecinas, y se fue sobre sus pisadas con su estúpida y sensual sonrisa de Doris -de Rescatando a Nemo-. Le deseé suerte en el camino a su depa, y lo ví caminar como camina una casual cuando te están mirando. Vi que tenía tatuado mi nombre mil veces en cada brazo, como la otra vez. Qué mala memoria.

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